Cuando pensamos en el concepto de la muerte, ¿qué es lo primero que nos viene a la mente?
¿Infierno, horror, miedo…?
¿O una sensación de paz, liberación y descanso?
Muchas personas se aferran a una creencia religiosa por el temor a lo desconocido. Y es que el miedo a la muerte es un temor universal, aunque para muchos sigue siendo un tema incómodo de abordar. Sin embargo, hoy te invito a verlo desde otra perspectiva.
La muerte, en esencia, es simplemente el cese de la vida en la Tierra. Es el momento en que soltamos el cuerpo físico y nuestra conciencia —nuestra alma— continúa su viaje, quizás en algún rincón del universo, quizás en otra dimensión.
Vinimos a este mundo con un propósito, aunque no siempre sepamos cuál es. Esa búsqueda se convierte en parte de nuestra misión: descubrirlo, paso a paso, a través de nuestras vivencias. Algunas personas han sentido desde siempre una conexión clara con su propósito. Para otras, en cambio, entenderlo puede ser más complejo y profundo. Pero incluso esa confusión inicial es parte del proceso.
Porque sí… la vida es un viaje.
Y como todo viaje, tiene su inicio, su desarrollo y su destino final.
Cuando nacemos, llegamos con un “mapa interno”, una guía invisible que nos orienta. Al principio, podemos sentirnos perdidos (una desconexión del alma con su propósito), pero a medida que transitamos la vida, vamos encontrando pistas que nos conducen poco a poco hacia el lugar al que estábamos destinados.
En ese trayecto, nos topamos con retos, obstáculos, pérdidas, desilusiones… pero también con aprendizajes, encuentros, milagros y momentos de profunda transformación.
Cada experiencia, ya sea agradable o dolorosa, forma parte de la ruta. Algunas nos marcarán con traumas, otras nos iluminarán con gratitud. Pero todas son necesarias. Todas nos enseñan algo. Todas nos preparan para algo mayor.
Y entonces, un día, sin saber cómo ni cuándo, llegamos.
Llegamos a ese momento en el que sentimos que todo tiene sentido.
Comprendemos por qué el camino fue como fue, por qué las pruebas, por qué las pausas, por qué los atajos, por qué el dolor. Todo nos estaba formando… preparando para cumplir nuestro propósito.
Es en ese instante es cuando el alma dice con certeza:
“Mejorando mi mundo interno puedo aportar a otros desde lo que ya conozco…
Desde la maestría, desde la experiencia, desde el conocimiento que he adquirido a lo largo del tiempo.”
“Ahora sí puedo cumplir con mi misión. Después de este largo viaje, por fin llegué al lugar al que debía llegar: vine a entregar mi luz, a compartir mis dones, mis talentos, mis habilidades… Vine a sumar al colectivo desde lo que sé hacer bien.”
“Y si me lo permito, también he venido a ser feliz.”
✨ Recomendaciones para quienes están en búsqueda de su propósito:
Si te encuentras en ese punto del camino en el que aún no has descubierto hacia dónde vas o cuál es tu misión, te recomiendo estos recursos que he creado con mucho amor para acompañarte:
🔹 Mini guía práctica para descubrir tu propósito de vida basada en el método Ikigai: una herramienta japonesa que te ayuda a encontrar el equilibrio entre lo que amas, lo que sabes hacer, lo que el mundo necesita y por lo que puedes recibir.
🔹 El Diario de Autodescubrimiento y el Diario de la Sombra: para reconectar con tu esencia y sanar creencias limitantes
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Recuerda: cada paso que das en este viaje cuenta.
Tu alma ya conoce el camino. Solo necesitas recordarlo.
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